El Guadiana rojillo

Fuente: Osasuna.es


Seamos o no exquisitos, es innegable que la calidad es algo fundamental en la vida, para todo. Y más, conforme nos vamos haciendo mayores. De jóvenes nos da igual comernos un bocadillo frío apoyando nuestras posaderas en cualquier asfalto mojado y regarlo con una litrona caliente de menos de un euro. Conforme pasan los años, aunque no exijas la mejor carta y los más exquisitos caldos, agradeces sentarte a una mesa a degustar un menú del día con una caña bien tirada, qué menos. Y así con cualquier cosa: no es lo mismo piratear la televisión que verla cómodamente con una resolución aceptable, visualizar una película tras pasar un cuarto de hora cerrando ventanas con señoritas desnudas cerca de ti que pulsar el mando a distancia y repantingarte en el sofá, esperar meses a que salga el “crack” de tu juego favorito que instalarlo y disfrutarlo desde el día de su lanzamiento… Calidad de vida y de cartera, sobre todo de cartera.

Y, como con todo, en el mundo del fútbol pasa exactamente igual. La calidad se paga y, si no eres extremadamente poderoso económicamente, cuesta encontrar ese plus que te haga marcar la diferencia. En ocasiones, como si de una web tipo Aliexpress se tratara, es posible encontrar un jugador a muy bajo coste y de aparente gran calidad. Sin embargo, como casi todo producto a bajo coste, suele haber truco detrás: en las condiciones más exigentes es cuando empiezan a verse las lagunas. En Osasuna nos encontramos con uno de estos casos, el de Fran Mérida.

El catalán es un jugador con una calidad incuestionable, capaz de echarse al equipo a la espalda y organizar el juego rojillo de principio a fin. Y no sólo eso, su gran golpeo de balón le hace, además, ser un peligro constante para la portería rival. Con semejantes características puede sorprender que juegue en Pamplona, pero claro, cuando nos fijamos en el lado negativo entendemos su trayectoria. Si bien Mérida es un jugador capaz de lo mejor, también lo es de lo peor. Ya la temporada pasada, en Primera, vimos cómo la categoría le pasaba por encima. No sólo a él, si no a todo el equipo, lo cual le libera algo de responsabilidad. No obstante, esta campaña también le hemos visto sufrir en varios encuentros.

Como si de una montaña rusa se tratara, Mérida ha alternado partidos notables y sobresalientes con otros deficientes. Constantes pérdidas de balón en lugares comprometidos, pérdidas de posición y marca, pases horizontales estériles… En numerosos encuentros ha provocado la desesperación de la parroquia rojilla. Incluso, en algún choque ha sido capaz de combinar sus dos caras. Frente al Valladolid en El Sadar, sin ir más lejos, completó un partido nefasto en el apartado de pases y posicionamiento con una asistencia magistral a David Rodríguez y la culminación de un penalti provocado por él mismo tras una magnífica jugada en la que participó activamente. Dos ramalazos de calidad que maquillaron su aportación y fueron determinantes para el equipo.

En las últimas fechas hemos vuelto a ver la mejor versión del barcelonés. Sus dos últimos encuentros han sido sublimes y han conseguido poner en pie (y a sus pies) al público. Es evidente que, si no tuviera los citados bajones, no jugaría en Osasuna y su carrera habría transcurrido por los equipos en los que comenzó. Pero también es verdad que hay que pedirle más, tanto por su calidad como por su trayectoria. Sería injusto exigir que, en una campaña tan larga, todos sus encuentros se asemejen a los dos últimos que ha realizado, pero tampoco es de recibo que pase por tantos baches de juego. Los números le avalan: es el mayor recuperador, goleador y asistente del equipo, lo cual da muestras de su capacidad pese a no estar en las mejores condiciones. Por lo tanto, imaginemos cómo será si hace siempre lo que sabe y puede. Si Fran está bien, Osasuna está bien y eso es lo más importante.

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