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Fuente: Osasuna.es |
Estimado
Diego:
Lamentablemente,
ha llegado el final de la temporada de Osasuna. Por eso he sentido la
necesidad de escribir estas líneas, porque creo que este es el
momento más indicado para hacerlo. Debo admitir que ayer no vi el
partido, tenía programado un evento desde hace unas semanas y no
puedo partirme en dos. Me sorprendí a mí mismo cuando me di cuenta
de que no me importaba demasiado perderme el choque, me preocupó
bastante, de hecho. Es verdad que no me separé del móvil para poder
ir leyendo, al menos, cómo transcurría, pero apenas aparecieron
nervios en mí ni en la previa, ni durante el duelo. Y ese
sentimiento de desconexión, y eso es lo más doloroso, no ha sido
sólo mío, una gran parte de la afición no se ha sentido
identificada con este equipo desde hace muchos meses, pese a que ahí
hemos seguido, al pie del cañón, jornada tras jornada.
La
casualidad quiso que acabase, a eso de la 1:30 de la madrugada,
caminando en solitario por las desiertas calles de la Txantrea, de
camino a mi casa. No pude evitar que mi cerebro estableciera ciertas
conexiones, rebuscadas quizá, pero que cobraron sentido en mí. No
sé si a lo largo de este año ha tenido la oportunidad de conocer
este barrio pero, por si acaso, le explico algunas cosas para que me
entienda. La Txantrea es el Barrio, con mayúscula, por excelencia de
Pamplona. No porque sea una zona laureada, si no porque se trata de
un lugar que sigue poseyendo ese sentimiento de barrio, de
pertenencia, que tan difícil se hace de encontrar hoy en día. Es un
barrio combativo, es un barrio luchador, es un barrio que aporta a la
sociedad lo que otros no hacen. Aglutina todos esos valores que
siempre le hemos presupuesto a Osasuna y que tanto nos cuesta intuir
ahora mismo en el equipo. Si volviésemos a ser la Txantrea del
fútbol, otro gallo cantaría.
Estoy
seguro de que se ha dado cuenta que aquí nos conformamos con poco,
con muy poquito. Es bastante probable que seamos la afición más
conformista del mundo y, quizá, ese sea nuestro punto más fuerte y
más débil a la vez. Se habrá percatado de que en El Sadar vibramos
con un simple córner, nos ponemos de pie para ovacionar a un
canterano que debuta y nos dejamos las manos aporreando las vallas
cada vez que uno de los nuestros corre como un demonio para salvar un
saque de banda. Ya ha visto que se han escuchado pitos en partidos
que han acabado con victoria y ovación cerrada el día que nos
enfrentamos al Zaragoza, pese a perder. Sin embargo, y por lo que he
ido leyendo, después de jugar mil “finales” esta temporada, ayer
el equipo no da la talla. No pretendo volcar todas las culpas en su
figura porque sería injusto, pero que usted es uno de los máximos
responsables (si no el que más) del fracaso de este curso está
claro.
Y
sí, es un fracaso lo que hemos vivido. Después de gastarnos una
cantidad de dinero muy importante en fichajes, de contratar a algunas
de las mayores figuras de la categoría, de recibir la calificación
de “equipo a batir” por parte de nuestro presidente esperábamos,
al menos, alcanzar la Promoción. Sí, es cierto que llegamos al
último partido dependiendo de nosotros mismos para lograrlo pero,
aunque se hubiese conseguido, la imagen ofrecida durante todo el año
no auguraba un ascenso, ni siquiera un merecimiento claro de estar
ahí. Me cuesta encontrar tres partidos realmente buenos esta campaña
y eso no es aceptable, para nada.
Quizá
considere que estoy siendo demasiado duro, que a los proyectos hay
que darles una continuidad para que terminen funcionando. Lo cierto
es que no cuenta con el apoyo de la afición y continuar con alguien
al frente que no ofrece confianza no suele ser la mejor opción. No
dudo de sus capacidades como entrenador, dudo de que sea el técnico
óptimo para dirigir a un equipo como Osasuna. Sinceramente, espero
que la temporada que viene no sea nuestro míster y que tenga mucho
éxito en sus retos profesionales futuros. Mucho ánimo y hasta la
vista.
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