El Osasuna ya no es mi equipo (Sátira)

Fuente: eBay



Yo era un gran aficionado del Osasuna. De los buenos, de los de gorro de paja y bolsa de pipas en El Sádar y de los de leer los resultados de fuera en el Diario de Navarra. A no ser que cayera alguna entrada gratis para viajar, que eso sí que no me lo perdía. Ahora ya no, ya no podemos ni viajar. Yo era muy de ir a Zaragoza, nos hermanábamos con esa buena gente y todo era buen ambiente. Actualmente, por culpa de unos cuantos violentos del Osasuna ya no puedo hacerlo. Antes nos intercambiábamos pañuelos de San Fermín y cachirulos, ahora solo insultos y golpes. Yo quiero mi cachirulo.

Decía al principio que era un gran aficionado del Osasuna, en pasado, porque ya no lo soy. Este no es mi equipo, no lo reconozco. Nos ponen un entrenador vasco, firman acuerdos con los proetarras de AEK, con el proetarra alcalde Asirón que no ganó las elecciones, atienden las quejas de los proetarras de fondo sur… Y, encima, tenemos de capitanes a los proetarras de Oier y Torres, dos cojos que no saben ni qué es un balón. Osasuna es ETA y lo demuestra cada jornada, poniendo a Oier de titular. Eso es un atentado futbolístico, perpetrado por los indargorris que hacen presión y confeccionan las alineaciones del entrenador de turno.

Ya no soy del Osasuna porque los indargorris esos han transformado nuestro Sádar en un espacio para reivindicar su política. Y yo no quiero eso, yo quiero reivindicar mi política. No quiero prendas más allá del gorro de paja y que todos los cánticos sean en español (el idioma de Navarra y que nos une a todos). Quiero una grada de animación en la que todos vayamos de rojo y que el crujir de pipas sea ensordecedor, que el rival se vuelva loco con cada chasquido. Quiero ejercer mi libertad de expresión para llamar “tontito” a Santiago Arrasate cada vez que saca a Oier, agitando mi bolsa de plástico blanca. Y, por supuesto, que no me hagan cantar su nombre por megafonía. Qué aberración.

En definitiva, que hay que acatar la ley. Y, para ello, lo mejor es que desde arriba nos organicen, nos digan cuándo y cómo tenemos que gritar, que nos cacheen todo lo necesario, que nos obliguen a pelar los plátanos a la entrada, que incauten material de animación o prendas de ropa y que, si hace falta, creen la Santa Inquisición del fútbol para quemar en la hoguera a los indeseables. Porque lo que ellos hacen no es lo que yo quiero.

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