#VOLVEREMOS

Mi primer recuerdo como rojillo se remonta al año 2000. Yo era un mocoso y no me interesaba para nada el fútbol (aunque tenía la camiseta de Rivaldo, porque entonces la teníamos todos). Lo que sí sabía era que Pamplona tenía un equipo de fútbol y que se llamaba Osasuna. "No debe ser nada del otro mundo, no echan partidos suyos por la tele" pensaba yo. Eso sí, pegatinas del escudo en los coches, banderas en los balcones y camisetas rojillas por la calle no faltaban. Pero a mí el fútbol me la traía al pairo. Y mira que mi señor padre me insistía, él jugaba los sábados a fútbol sala y los domingos en Boscos, insistía en que fuera a verle. A veces iba, pero si pasaba una mosca a mi lado, se llevaba con ella toda mi atención. Lo único que me gustaba del fútbol era un tal Ronaldo, el bueno, el calvico con panza. Ese sabía meter goles, salía siempre en la tele. Aunque mi camiseta era la de Rivaldo, probablemente no le ponía ni cara. 

Una tarde de junio del año 2000 mis padres me subieron a Pamplona, a la Plaza del Castillo, probablemente engañado. Aquello estaba lleno y había una pantalla gigante, pero la gente no iba de blanco y rojo. Claro, era pronto para San Fermín, aquello tenía que ser otra cosa. Mi padre me explicó que era el último partido de liga de Osasuna, que si ganaban subían por fin a Primera. Supongo que mi cara sería en aquél momento de cualquier cosa menos de ilusión. Y, para colmo, Osasuna empezó perdiendo el partido, desde bien pronto. Porque la épica se construye así. En la segunda parte, huyendo del mogollón, fuimos a tomar algo a La Mejillonera y seguir allí viendo el partido. La Mejillonera es sagrada, hace 17 años y hoy. Cuando llegamos, el empate a uno campaba en el marcador. Mis padres soltaron un juramento, tomamos algo en tiempo récord y volvimos a la Plaza del Castillo. Al llegar, Osasuna ya ganaba. Otra vez juramentos, nos habíamos perdido los dos goles.

Ya no recuerdo nada más hasta el final del partido. El camino hasta el coche fue una locura: la gente estaba enfervorecida, algunos incluso sacaban medio cuerpo por la ventanilla del coche en marcha y ondeaban la bandera rojilla al viento. Incluso, al día siguiente en el colegio, mi profesor de euskera apareció sin voz porque se había pegado la noche celebrando con los jugadores en la Plaza del Castillo. Aquél hombre, además de profesor, era cura, aquello cambió mi visión de aquél colectivo.

Aquello me enganchó. Algo que hacía feliz a tanta gente no podía ser malo. Y, al poco tiempo, mi tío me regaló un libro que guardo como oro en paño, una publicación conmemorativa del ascenso. Contiene la ficha de todas las jornadas de aquella temporada, las estadísticas de cada jugador y la plantilla del primer año en Primera, con las firmas de YanguasAitor Ocio y Lekunberri (esto es exclusivo, aquellas firmas están estampadas de verdad sólo en ese libro -o eso me gusta pensar a mí- porque mi tío estuvo con ellos y les pidió aquellos autógrafos). 

Los primeros años inmediatamente después de aquél día seguía al equipo puntualmente. Osasuna seguía en Primera y, según mi padre, aquello tenía mucho mérito. En este lapso de tiempo llegó mi primer partido en vivo en el Sadar. Era de Copa creo, y me suena que ganamos. Pero yo sólo me acuerdo de manera nítida de Paqui corriendo, melena al viento, por la banda y lanzando su camiseta a la grada al acabar el encuentro. Podría afirmar que fue mi primer ídolo rojillo.

Hasta que un año me compré una de esas míticas guías de La Liga para ver qué fichajes habíamos hecho, y empecé a escuchar cada partido por la radio. Eran otros tiempos, yo no tenía ni Internet y cada partido costaba 10 o 12 euros en la taquilla del Plus, así que era Chus Luengo quien me contaba qué pasaba cada jornada, a la vez que me recordaba el "tridente del Private" cuando el juego se detenía. Aquella temporada fui varias veces al Sadar, con mi primo. Recuerdo un memorable 3-2 al Villarreal, gol de Ortíz incluido. Y llegamos a la final de Copa. Y la perdimos, uno de los momentos futbolísticos más duros para mí.

Y después quedamos cuartos en Liga y llegamos a semis de UEFA. Eran otros tiempos, la época dorada de Osasuna. En ese equipo había ídolos, joder. El tridente Cruchaga-Josetxo-Puñal capitaneaba de verdad, sin milongas. Todo el día a cara de perro, gritando y mandando. Y soltando patadas cuando hacía falta. Pablo García también estaba cuando fuimos a la final de Copa, aquél uruguayo que no iba a jugar partidos, él iba "a la guerra" porque "en la cancha vale todo". Cuando él se fue llegó un jovencísimo Raúl García que tenía calidad para aburrir. Estaba Ricardo, que lo paraba casi todo y que, cuando no tenía trabajo, deleitaba a la grada con sus saltitos y carreritas alrededor del área. Estaban David López y Delporte, que se las ponían a Milosevic donde a él le gustaba, para fusilar la portería rival. Ahora echo de menos hasta a Moha, que ahora sería un semi dios. Mientras gozábamos como gorrines en un barrizal nos estaban saqueando, y eso nos está pasando factura ahora, pero en ese sentido que nos quiten lo bailao.

Volver, volveremos. No sé si a esos años dorados, pero lo haremos. Sólo quiero ver a este equipo luchar, volver a competir, volver a ser ese club que enamoró a aquél enano que no quería saber nada de fútbol. Osasuna, y sólo Osasuna, podía conseguir lo que consiguió: hacer que me apasionara ver a 11 tíos en pantaloneta corriendo detrás de un balón. Porque, para ser sincero, el fútbol me la repanpinfla, a mí sólo me interesa Osasuna. No veo los clásicos, no veo las finales de ChampionsMundiales ni Eurocopas, sólo veo a mi Osasuna. Es una locura sí, pero por eso dicen que estamos locos de la cabeza.

Con la gente que había congregada hace algo menos de un año en Sarasate y en la Plaza del Ayuntamiento festejando el ascenso llenamos un par de Sadares por lo menos. Que se noten, que estén ahí presentes ahora que vuelven mal dadas. Porque la Segunda es muy traicionera y el equipo nos va a necesitar a todas y todos. "Aquí están los que no fallan, llévame a Primera otra vez". Volveremos.

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