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Fuente: Osasuna.es |
Lo que os voy a contar es algo
habitual, no me pasa sólo a mí. La mayoría conocemos a la típica persona que,
sin caerle bien a nadie de la cuadrilla, de repente se te acopla y se va de
juerga con vosotros. Nadie asegura haberle invitado, nadie está cómodo con su
presencia, pero nadie se atreve a decirle que se vaya. Eso me ha pasado este
fin de semana.
La persona en cuestión es
bastante irritante y peculiar, tiene una vida como para escribir un libro.
Tiene su propia cuadrilla, así que no entiendo qué narices hacía con nosotros.
Su cuadrilla es muy amplia, tiene hasta pequeños grupos dentro de la misma. Como
en todas las cuadrillas grandes, hay gente maja y otros que ni se acercan a
serlo. No sé cuántos serán de cada lado, pero los segundos meten una bulla que
no es normal. Nos odian, nos dicen cosas muy feas y luego duermen tranquilos por
las noches. Van por la calle mirando a la gente por encima del hombro, pero
provocando un sentimiento de condescendencia en los demás, como si en su día
hubiesen tenido alguna importancia y ahora estuviesen venidos a menos.
Un grupúsculo de su cuadrilla se
hace llamar “Los Gallicos”. Por describirlos rápido, meten mucho ruido y votan
a Ciudadanos. Además, cuando esta persona de la que os hablo no hace las cosas
como ellos quieren, se ponen más nerviosos que Albert Rivera sin Nesquik y le
dicen cosas horribles. Hasta le pintan cosas raras en el coche. Que digo yo que
para tener amigos así, mejor estar sólo, pero oye, allá cada uno.
Total, a lo que iba, que esta
persona se nos acopló este finde. Nosotros salíamos de tranquis, a disfrutar
del garito y, si con un poco de suerte ligábamos, mejor. Pero nada, la persona
esta iba crecidita a más no poder, diciéndonos que no nos íbamos a comer un
colín y que ella se iba a poner las botas. La primera vez que te lo dicen,
pones una media sonrisa y sigues a lo tuyo, pensando “angelico…” Pero a la
décima, porque mira que es una persona pesada, ya te entran ganas de ligarte a
todo el local y que al personaje le acaben echando.
Así que, de esta forma, encaramos
la noche, con esa ambición de comernos el mundo. Poco a poco fue llegando gente
de su cuadrilla y allí no se lio porque no procedía, porque lo que tuvimos que
escuchar no está pagado. La música estaba de lujo y los precios eran buenos,
así que aguantamos estando a lo nuestro. Alguien de mi cuadrilla estaba a punto
de pillar, cuando cometió el error de hacer un comentario poco afortunado y
espantó a su ligue. Cosas que pasan. Lo peor fue que la persona innombrable se
aprovechó y se lo levantó. Su cuadrilla lo celebró girándose hacia nosotros y
cantándonos cosas mientras nos mostraban efusivamente su corazón. El dedo,
digo. Y, para rematar el despropósito, empezó a sonar “La bicicleta”. Tierra,
trágame.
No puedes evitar quedarte con
cara de tonto, sus pronósticos se estaban haciendo realidad. Había que doblar
esfuerzos para no quedarse atrás. Así, al final, el miembro más veterano de
nuestra cuadrilla, nuestro capitán, consiguió seducir a alguien con sus
encantos. ¿Cómo no nos íbamos a alegrar? Nuestro capi no acostumbra a ligar a
menudo, él más de allanar el terreno a otros, un celestino. Hasta se dieron los
teléfonos, igual de ahí sale una bonita relación.
Al final, el balance de la noche
se saldó con un empate que nos supo mejor a nosotros por aquello de lograrlo en
un ambiente tan hostil. Espero que la cuadrilla de la otra persona no haya
tenido mucha bronca entre sus miembros… Eso sí, ya nos dijeron que en unos
meses se pasarán por la vieja Iruña a hacernos una visita. Qué obsesión tienen
con nosotros, de verdad. Ahora, nos centraremos en preparar el próximo fin de
semana, porque se viene a Pamplona una gente catalana muy maja de excursión con
sus txikis. Intentaremos que se lo pasen bien y olviden, por un día, la que les
tienen montada en su pueblo.
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