Buscando en el baúl de los recuerdos




Fuente: Osasuna.es

Andaba desempolvando cosas guardadas, viejos recuerdos que se pierden en los altillos en ocasiones. Tenemos tantas cosas que nos da por encerrar y olvidar el pasado, no deja de ser una lástima. Entre viejos documentos de instituto y universidad, revistas y mil cosas más, encontré libros, de esos que lees y archivas para siempre porque la historia no termina de envolverte. Inexplicablemente, entre tanto papel sin mucho valor encontré un libro que conmemoraba el ascenso de Osasuna del año 2000. Aquí podéis ver algunas fotos. No entiendo muy bien por qué semejante incunable estaba junto a tanta morralla, probablemente por falta de tiempo para encontrarle un lugar mejor en su día.

El caso es que por ahí andaba una carpeta de portafolios. Abultaba bastante, así que la abrí para ver qué contenía. En su portada, una pegatina con el escudo de Osasuna anunciaba lo que me iba a encontrar en su interior: una bonita cantidad de posters oficiales del club de diferentes temporadas. Ahí estabais, bandidos. Hubo una época en la que todos ellos presidían mi habitación, inundaban cada milímetro de pared libre. Entrar en aquella estancia casi impactaba: humilde en mobiliario, el potente color de las camisetas rojillas combinado con los incomparables paisajes navarros provocaba una escena casi grotesca. A cualquier profesional de la decoración le habría dado una embolia, porque tampoco faltaban un par de bufandas colocadas de cualquier manera por ahí, en precario equilibrio. Puede que la estampa no fuera extremadamente bonita a la vista (nunca he tenido mucho estilo para esas cosas), pero ahí había un trasfondo que no era comparable. Aquellos jugadores me escuchaban en silencio mientras estudiaba en voz alta, disfrutaban de mi voz dulce y aterciopelada cuando me ponía los auriculares y berreaba destrozando cualquier temazo, me daban los buenos días cuando me levantaba y me arropaban por las noches deseándome dulces sueños.

Recuerdo que mi madre se ponía histérica. La mujer no soportaba entrar en el cuarto y ver todo aquello. Odiaba profundamente que agujerease las paredes con chinchetas para colgarlos. Pero, joder, el cello se termina despegando y no era plan de que se cayeran en mitad de la noche y que yo sufriera un micro infarto por el susto. Me instaba a que quitara “toda esa mierda” y a que dejase las paredes libres, que quedaban más bonitas. Mi padre me entendía algo más, no en vano siempre ha sido mil veces más futbolero (además de futbolista) que yo. Un “Made in Tajonar”. Delante de mi madre, también le parecía excesivo todo aquello, pero detrás era el primero que agarraba una bufanda o una bandera de Osasuna y la colocaba en el balcón, para que quien pasara por la calle y alzara la vista tuviera claro que allí vivía una familia rojilla.

Vivo al lado de un hotel que es frecuentado por las aficiones rivales cuando viajan a Pamplona a animar a los suyos. Nunca se me irá de la cabeza la visita del Rangers en aquella mítica copa de la UEFA en la que casi alcanzamos la gloria, llegando a semifinales. Los escoceses se pegaron una semana en el citado hotel y eran bulliciosos de verdad. Lo que tuvieron que soportar aquellos hígados no quiero ni pensarlo. Colgaron de las ventanas de sus habitaciones banderas de su equipo, escocesas y británicas. Y, claro, yo hice lo propio con la de Osasuna. Acabó habiendo pique, porque cuando ellos bajaban al bar del hotel y salían a la puerta a tomar el aire, entonaban cánticos incomprensibles entre estertores de borrachera. Yo no me quedaba atrás y ponía el himno de Osasuna a todo volumen mientras abría las ventanas. En aquellos momentos, los simpáticos escoceses, enfundados en sus faldas, jaleaban (o abucheaban, nunca lo sabré) mi respuesta. Da la casualidad de que, por aquél entonces, había una tienda oficial de Osasuna al lado de mi casa, que ya no existe. Aquellos adorables borrachos terminaron asaltándola y comprando decenas de camisetas, bufandas y banderines de recuerdo. Me gusta pensar que tuve algo que ver en ello, picándoles con las mías y con la letra de nuestro himno.

Parece mentira lo que puede evocar en simple altillo, un pequeño libro, una miserable carpeta. Me vienen a la cabeza más recuerdos, pero tampoco es cuestión de acaparar, todo llegará a su debido tiempo.

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