De sentimientos, boicots y manipulaciones


Fuente: Susana Vega - Reuters [Elperiodico]





Cuando el concepto de ilusión se queda corto, sabes que algo muy gordo se aproxima. Normalmente, algo así se siente en ocasiones muy especiales: un nuevo proyecto profesional o vital, un primer amor, una expectativa que se hace realidad... Esa sensación es tan indescriptible que sólo momentos únicos son capaces de despertarla. Sin embargo, la gente de Pamplona (y cuando digo Pamplona me refiero también a su Cuenca) y una gran mayoría de la población navarra, tenemos la inmensa fortuna de poder experimentarla, además de en dichas ocasiones, una vez al año de manera inevitable. Y es que aquí, una vez que llega el seis de junio, el gusanillo empieza a asomar su cabecita y a mordisquearte el estómago de forma incansable. Ese dichoso gusanillo se anuda el pañuelico rojo un mes antes que tú y no deja de darte la tabarra. Quien tiene suerte de tener criaturas en casa sabe que la noche del cinco al seis de enero van a dormir poco. Pero tiene la certeza de que, unos meses después, la madrugada del cinco al seis de julio, va a ser casi peor. El cinco es nuestro número maldito... O bendito.


Cada seis de julio es un ritual: enfundarse la vestimenta blanca un año después en un manojo de nervios, subir a almorzar y, a las doce, explotar de alegría y colocarse el pañuelico rojo al cuello. Todo lo que viene después suele ser un misterio, la expresión "donde nos lleven los pies" cobra sentido literal. Te enfrentas a 204 horas (alguna más si alargas la noche del 14) de fiesta ininterrumpidas y para todos los públicos. Sí, lees bien, para todos los públicos, aunque no te lo creas. Tú nunca has venido a Pamplona y lo único que has visto en televisión es gente en un estado lamentable durante el Txupinazo y encierros. Crees a pies juntillas que las fiestas de San Fermín se reducen a alcohol y toros y resulta complicado juzgarte siendo lo único que te venden. No te has molestado jamás en consultar ninguno de los cuatro programas de actos habituales y, obviamente, no eres consciente de los cientos de eventos no programados que transcurren a lo largo de tantas horas. Porque no te interesa lo más mínimo, lo cual es legítimo y absolutamente comprensible. Entonces, ¿a qué se debe ese afán por juzgarnos?



Me dirijo tanto a ti, que te escondes tras un perfil de red social y que aglutinas a una importante cantidad de seguidores, como a ti, medio de comunicación que tienes el poder de desinformar a la población y manejarla a tu antojo tras venderte al mejor postor. A estos últimos: no engañáis a nadie. Detrás de esa careta de defensores de la libertad y la igualdad se esconde el mismo monstruo de siempre, el del morbo, la mentira y la manipulación. Jugáis el papel de feminismo de titular barato mientras contáis con colaboradores que aprovechan conceptos legales para defender a esos infraseres que violaron en grupo a una inocente chica. O buscáis la audiencia a través del morbo más asqueroso, entrevistando sin descanso al abogado de los de marras, otro infraser carente de ética profesional. Ya nos hemos dado cuenta, antes Navarra no existía para los medios nacionales. Sólo salíamos cuando nevaba fuertecito, era ver una cámara de televisión y nos faltaba la txapela en la cabeza, los ojos casi cerrados y la boca abierta. No es casualidad que seamos un foco de polémica justo en esta última legislatura, para nada. Hace diez años, Nagore Laffage fue asesinada a manos de Diego Yllanes, un caso mucho más grave que, sin embargo, no provocó la oleada de rechazo a las fiestas que vivimos hoy. Tampoco es casualidad. Ni las Redes Sociales tenían el mismo auge que actualmente, ni los medios jugaban el mismo papel que juegan ahora respecto a Pamplona. No olvidamos, como tampoco pasamos por alto que, en tan sólo dos años, el asesino podrá volver a ejercer la psiquiatría en el ámbito público. Sin duda, se trataría de un psiquiatra muy equilibrado y capacitado para tratar cualquier enfermedad mental, todo un profesional...



A los primeros: qué difícil es pediros un poco de rigor cuando quienes lo tienen que tener se lo pasan por el arco del triunfo. Pero duele mucho más cuando, quien critica que nos cramos fervientemente a los medios, no predica con el ejemplo cuando no le conviene. A toda esa gente que promueve acciones reivindicativas cabe decirle que vuestra lucha es la nuestra. Estamos en el mismo bando, Pamplona es feminista y lo ha demostrado siempre, ahora más que nunca. Las gentes de Iruña fuimos las primeras en parar las fiestas, tomar las calles y gritar que queremos que las mujeres no tengan que pasar miedo. Nuestras instituciones no dudaron ni un segundo en detener a los culpables en cuestión de horas, prestar apoyo a la víctima y su familia y personarse como acusación. Ahora parece que todo eso se pasa por alto, que ya no importa. Tenemos que leer que los colectivos feministas de Pamplona son insolidarios por no apoyar una serie de acciones que se desconoce de dónde nacen y que no han sido ni tan siquiera propuestas a estos.



No. La solución no está en vestir camisetas negras porque no aportan más que una visibilidad estética en un momento determinado. Mucho menos en que las mujeres se queden en casa y no puedan salir a disfrutar. Estamos viviendo una época de regresión en las libertades individuales, no añadamos más leña a ese fuego. La solución está en trabajar desde la base, en tomar las calles, en reivindicar y en que las mujeres salgan a disfrutar de las fiestas como hacemos los hombres, como han hecho siempre: sin miedo, con una alegría desbordante y con ganas de comerse el mundo. Tened claro que aquí no toleramos ni la mínima y que paramos los pies al acosador a las primeras de cambio. Lo hemos hecho, lo hacemos y lo seguiremos haciendo. No te creas que en San Fermín se producen más violaciones que en el resto de fiestas multitudinarias, lo que dicen las estadísticas es que aquí se denuncia más, que hay una conciencia que evita pasar por alto actitudes que en otros lugares, quizá, pasen desapercibidas. Lo más probable es que nunca llegues a leer estas líneas, o que sólo llegues hasta donde te interese, pero te diré una cosa: hay una fina y peligrosa línea entre luchar por acabar con las agresiones sexistas y utilizarlas como arma para boicotear otras cosas. 



Soy consciente de lo dura que es esta frase y de que puede ser entendida como una acusación directa y muy grave, pero lo que estoy leyendo estos días me hace reflexionar y llegar a conclusiones como esta. He visto muchos casos en los que se han mezclado los conceptos de las agresiones sexistas con el de maltrato animal. Y esto es mezclar churras con merinas. El feminismo es una de las luchas más nobles que existen, el animalismo es otra de ellas. Yo, a mi manera, lucho por ambas y quien me conoce o me lee un poco, sabe que no soy dudoso en ninguno de los dos casos. Relacionarlas es un verdadero despropósito, es de feminismo y animalismo de Wikipedia. Asumir que ser taurino va ligado a ser un violador, o que un antitaurino jamás te va a violar es de un catetismo bestial, de no tener calle. Esto es hacerle un flaco favor a ambas luchas, es dañarlas, emponzoñar su imagen. "Si no podemos boicotear las fiestas por un lado, las reventamos por otro".



La tauromaquia en San Fermín es un pilar muy importante. Me atrevería a decir que sólo es fundamental a nivel turístico, porque es lo que más atrae a la gente de fuera. Pero el peso que tiene a nivel de cantidad de eventos es escaso. Encierros, mulillas y corridas. El resto es otra cosa. Quienes no aportamos ni un duro a estos actos disfrutamos igual porque tenemos decenas de alternativas. Un error que se ha cometido siempre en San Fermín es utilizar las corridas de toros para continuar con la fiesta. El tendido de sol se ha plagado siempre de gente con nulo interés en lo que sucede en el ruedo, que pasa la tarde de espaldas a él, merendando un poco fuerte y cantando con las txarangas de las peñas. Yo mismo lo hice una vez y, sinceramente, me lo pasé de lujo y vi un toro de refilón. El error no es qué se hace, el error es financiar una cosa para hacer otra. Al final, la estadística dice que la plaza estaba abarrotada, aunque la mitad lo más negro que vio fue la tarta de chocolate del postre. Poca preocupación, la tauromaquia morirá por proceso natural, porque cada vez despierta, estadísticamente, más rechazo.



Quiero cerrar afirmando lo que cualquiera que se haya dejado caer por aquí del seis al catorce de julio puede corroborar: San Fermín no es sólo alcohol y toros. En esta ciudad no nos ponemos trajes de gala repletos de florituras para celebrar nuestras fiestas. Empezamos de blanco y acabamos medio negros, porque aquí la fiesta está en la calle, la juerga es pública, nos pateamos las calles sin cesar durante todo el día y acabamos calzando un par de números más. Los Sanfermines son los momenticos, la fraternidad, las peñas, la música gratis y en la calle, las comidas al aire libre, el deporte rural, los gigantes, el teatro de calle, el toro de fuego, los fuegos artificiales, las estatuas humanas, las barracas, los títeres, las casas regionales, las jotas, los bertsos, la tómbola, el chocolate con churros, los huevos con magras, los fritos de media tarde, la gente que empieza el día con las Dianas y quienes lo acaban con ellas... Es el jolgorio, es esa sensación inexplicable que sólo entiendes cuando lo vives en primera persona. Te aseguro que, si lo vives, te olvidas de boicots y de tonterías. Si no vas a respetar, no vengas. Si no vas a respetar, no te quedes. Ya falta menos.

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